domingo, 15 de abril de 2012

ALIMENTACIÓN DEL NIÑO ESCOLAR



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OBJETIVOS DE LA ALIMENTACIÓN SALUDABLE EN NIÑOS ESCOLARES


No existen dudas sobre el valor que tiene la educación nutricional en la adquisición de hábitos alimentarios correctos, así como en su consolidación y mantenimiento.

Para conseguirlo, la familia se convierte en la primera educadora y debe tener, por tanto, unos conocimientos básicos sobre alimentación y nutrición.

Así, la comida se convertirá en una fuente de salud, de placer, de convivencia y de relación.

En esta etapa de la vida se establecen las preferencias alimentarias
individuales, que tradicionalmente estaban determinadas casi exclusivamente por los hábitos familiares.


Éstos dependen de muchos factores, como la accesibilidad a los alimentos dependiendo del costo de los mismos y de los ingresos de las familias, las tradiciones culturales, el grupo socioeconómico del niño, etcétera, observándose muchas diferencias entre diversos países, culturas o religiones dentro del mismo país, así como entre las familias de diverso poder adquisitivo o socioeconómico.

Sin embargo, en un mundo globalizado observamos en muchas regiones, un cambio del patrón alimentario tradicional, con una tendencia a la uniformización universal de los alimentos ingeridos.

Se jerarquizan determinadas comidas, que responden a técnicas de marketing muy efectivas, en detrimento de otras, que son más sanas o de menor costo.

Enseñar a comer adecuadamente es una tarea que debemos realizar con responsabilidad, tiempo y dedicación, para tratar de captar la atención y la colaboración de los hijos.

Enseñando a los niños a comer bien, a tener hábitos alimentarios saludables y a llevar un estilo de vida activo, cuando sean mayores estarán más sanos y será más difícil que desarrollen enfermedades crónicas degenerativas como obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes no insulino dependiente, ciertos tipos de cáncer, etc.

Además, será más probable que de adultos mantengan estos hábitos de vida tan adecuados, continúen realizando actividad física y deporte de manera habitual y realicen una alimentación saludable.

Están en un momento muy importante para formar y consolidar los "hábitos alimentarios" que mantendrán en la edad adulta.


Queremos despertar su curiosidad, y que prueben de todo, que se diviertan, y que tampoco se preocupen en exceso por la comida.

No hay duda que la mejor manera de alimentarse, de nutrirse, es ofrecerles
una amplia variedad de alimentos que les gusten, de manera racional desde el punto de vista nutricional: eso se consigue mediante una dieta variada y equilibrada, incluyendo alimentos de cada grupo: leche y derivados, carne, huevos y pescado, patatas, legumbres y frutos secos, verduras y hortalizas, frutas, pan, pasta, cereales, azúcar y dulces, grasas, aceite y mantequilla.


Y también queremos que hagan ejercicio (actividad física) y deporte, al mismo tiempo que aprenden a comer con nosotros.

Tanto en el colegio como en el instituto, el principio que debemos inculcar es: “comer no es sólo una necesidad, sino también un placer”.

Las dietas equilibradas han constituido un tema central de los programas de educación nutricional durante muchos años.


Este concepto de equilibrio surge del hecho de que una adecuada mezcla de factores alimentarios va a suministrar, al menos, los requerimientos mínimos de macro y micronutrientes que necesita el organismo, siendo más improbable que estos requerimientos sean cubiertos si la dieta contiene tan sólo unos cuantos alimentos.

Lo que se persigue, al consumir una gran variedad de alimentos, es que
aquellos que posean un alto contenido en un nutriente específico equilibren la carencia de ese nutriente en otros alimentos.


La dieta equilibrada es, por tanto, un término surgido de la preocupación por la prevención del desarrollo de enfermedades producidas por estados carenciales.

Otro término que se ha visto potenciado en muchos países es el de dieta racional: parece una idea correcta, pero dado que la gente come por muchas razones que no son racionales en sentido estricto, el uso de este término puede no ser adecuado.

Pero como ya se ha comentado, no se come sólo por salud - aunque sea éste el objetivo prioritario - , sino también por placer y de acuerdo con una riquísima herencia sociocultural de hábitos alimentarios.


Por ello, no hay duda de que si al programar una dieta no se tienen en cuenta estos factores (placer y hábitos alimentarios), aunque sea correcta desde el punto de vista nutricional, va a fracasar.

De ello debemos deducir que nuestra dieta debe ser sana, nutritiva, palatable (que se tengan en cuenta los factores que determinen la aceptación o
rechazo de un alimento o dieta por los consumidores), y que esté de acuerdo con nuestros hábitos alimentarios.

Podemos clasificar los factores básicos que condicionan nuestra conducta alimentaria en dos grandes grupos: disponibilidad y elección de alimentos.


Cada uno de ellos engloba otras variables como: educación nutricional,
cultura y religión, publicidad, disponibilidad económica, entorno familiar, etc.

Entre los principales problemas asociados con el desequilibrio de nutrientes se encuentran el sobrepeso y la obesidad.


Independientemente de los factores genéticos, se sabe que la obesidad está potenciada por el consumo de una dieta hipercalórica y una vida sedentaria.

Pero, la obesidad no es solo un problema de salud por si mismo, sino por ser factor de riesgo para otras enfermedades como la diabetes, hipertensión arterial, enfermedad coronaria, enfermedad cerebrovascular, enfermedades de la vesícula biliar, gota, artrosis y algunos tipos de cáncer.

Todos los alimentos que ingerimos habitualmente constituyen nuestra dieta.

La forma en la que cada persona conforma su dieta, mediante la combinación de los distintos alimentos, depende de muchos factores (psicosociales,
económicos, culturales, religiosos, etc.), lo que permite que exista una gran
diversidad de dietas que son variables según individuos, países, días de la semana, estación del año, edad, género, situación fisiológica, actividad física, etc.

Sin embargo, no todas las dietas son correctas, sino que existen formas más acertadas que otras de seleccionar y combinar los alimentos para que nuestra alimentación resulte más adecuada.

Una alimentación equilibrada y prudente es aquella que hace posible el mantenimiento de un óptimo estado de salud, a la vez que permite la realización de las distintas actividades físicas cotidianas y de trabajo.


En términos generales, podemos asegurar que las características de una dieta equilibrada, prudente y saludable son:


Que aporte la energía y los nutrientes necesarios y en cantidades adecuadas y suficientes para cubrir las necesidades nutricionales individuales, y así evitar deficiencias.


Que incluya alimentos que la persona conozca y consuma habitualmente,
es decir, que mantenga los hábitos alimentarios personales.


Que sea palatable, agradable al paladar y con buena elaboración y presentación gastronómica.

Que ayude a prevenir las enfermedades crónicas.


Todas estas características se mantienen en una dieta si, de forma más concreta, ésta cumple los siguientes requisitos: ser equilibrada, variada y moderada.

¿Por qué comemos?


Nuestro organismo necesita una serie de compuestos que llamamos
nutrientes para poder vivir, mantener la salud y realizar las distintas actividades. Además, necesita energía para funcionar correctamente.

Un nutriente es un tipo de sustancia química que el cuerpo descompone,
transforma y utiliza para estar sano, crecer y realizar actividad física (andar, hacer deporte, estudiar....).


Algunas de las sustancias que necesitamos para vivir las podemos fabricar nosotros mismos a partir de las que obtenemos de los alimentos, pero otras somos incapaces de sintetizarlas y tenemos que tomarlas obligatoriamente en la dieta; estos últimos se llaman nutrientes esenciales y si no comemos los alimentos que los llevan, nuestro organismo deja de funcionar adecuadamente y enferma.


Necesitamos unos 50 nutrientes diferentes y todos ellos los obtenemos a través de nuestra alimentación.

Algunos nutrientes los necesitamos en grandes cantidades y se llaman macronutrientes.
Son las proteínas, los hidratos de carbono y las grasas.

De otros sólo necesitamos tomar cantidades muy pequeñas al día, son los micronutrientes y son las vitaminas y los minerales.


Además, está el agua que es imprescindible para mantenernos vivos y que también conseguimos a través de los alimentos, sólidos o líquidos.


Todo lo que comemos, todos los alimentos, están compuestos por nutrientes.


Además, existen en los alimentos otros componentes que no son nutrientes pero que pueden desempeñar funciones importantes en la prevención de enfermedades muy graves como las cardiovasculares y el cáncer: son
los componentes no nutritivos de interés nutricional (ej. Fibra, fitoquímicos).

No existe ningún alimento que tenga todos los nutrientes en la cantidad que se necesita, así que para cubrir todas nuestras necesidades hay que comer de todo y combinarlos correctamente a la hora de elaborar nuestra dieta.



El problema de la obesidad y sobrepeso se agrava en niños y adolescentes, si no se adoptan medidas a tiempo para modificar sus hábitos alimentarios, aumentará la probabilidad de que el niño obeso se convierta en
un adulto obeso.



También pueden presentar alteraciones del desarrollo puberal como pubertad adelantada, crecimiento lineal avanzado y adelanto en la edad ósea y maduración sexual.

La obesidad severa infantil se ha relacionado con alteraciones hepato-digestivas (colecistitis y esteatosis hepática), problemas dermatológicos, respiratorias (broncoespasmo y apnea del sueño) y patología osteoarticular
(genu valgum o escoliosis).

Además, la obesidad tiene una gran repercusión sobre el desarrollo psicológico y la adaptación social del niño, que puede ser rechazado socialmente.


Esto, junto con su menor capacidad física, les convierte en niños menos activos que tienden a refugiarse en casa y en la comida, perpetuando y agravando su obesidad.

Si no se adoptan medidas a tiempo para modificar sus hábitos alimentarios, aumentará la probabilidad de que el niño obeso se convierta en un adulto obeso.

Parece claro que es más fácil promover la adquisición de hábitos alimentarios y estilos de vida más saludables durante la etapa infantil que modificar hábitos establecidos durante la vida adulta.



Para conseguirlo, la familia en colaboración con el mundo escolar, se convierte en el principal valor educativo en alimentación y nutrición.

La alimentación del escolar debe cumplir los siguientes objetivos:

Asegurar su crecimiento y desarrollo, atendiendo a las características de cada uno: capacidad física, enfermedades, edad.



Garantizar el mantenimiento de buenos niveles de salud, tanto a corto como a largo plazo; es decir, protegiéndole de aquellas enfermedades en las que una dieta inadecuada constituye un factor de riesgo, como son: la obesidad, los trastornos del comportamiento alimentario, la hipertensión arterial, la osteoporosis, algunos tipos de cáncer, etc.


Satisfacer las necesidades afectivas ligadas a la alimentación.


Introducir buenos hábitos alimentarios adaptados a la organización y al estilo de vida del escolar y su familia.


Dar una respuesta a la preocupación y a las dudas de los padres sobre la mejor forma de alimentar a sus hijos, en unas etapas tan decisivas en la vida como son la infancia y la adolescencia.