domingo, 17 de julio de 2011

INDIGNACIÓN Y VERGÜENZA


No acostumbro incluir videos en el blog. Pero agrego este que encontré casualmente, y me gustaría además incluir algunos de los comentarios que tuve oportunidad de leer y que son los que motivan esta entrada. Lamento desde ya ciertas palabras que me veo en necesidad de transcribir.

"Ojala que se mueran, negros de mierda dan asco son igual que las cucarachas por suerte estan recontra marginados y van a ser los mismos pobres de mierda toda su vida negros sucios ensima se reproducen como conejos con un fal en la cien a cada uno de la villita y a otra cosa mariposa... y mira los crios de los villa no se que es peor el negro ya desarrollado o este negrito sucio en desarrollo ambos me dan igual asco y los mataria por igual, VUELVO A REPETIR OJALA QUE SE MUERAN"


"jaja agarren una pistola y metanle un tiro en la cabeza a cada uno o al padre que les enseña esas pelotudeces a los hijos"


"Esperen 10 años mas y ya saldran a robar y jalar pegamento por escuchar esa mierda de musica!"


"Que mal que esta la sociedad por favor.. esta mierda la escuchan hasta estos pibes... padres, sean responsables, en unos años saben como va a terminar... Paqueandose a la vuelta de la casa."


Claro que hubo comentarios a favor de no discriminar, apelando a la inocencia de los niños, etc. 

Pero me quedé pensando si pertenecer a una clase social más "acomodada" o contar con un nivel de instrucción más elevado realmente nos sirve a la hora de intentar comprender las cosas que pasan en nuestra realidad y en especial, si hacemos algo para modificarla y mejorarla.

El argumento que en algunos años estos niños serán delicuentes, es la justificación que esgrimen algunos para no hacer nada. Parece que es mejor odiarlos aunque tengan cinco años...

Cuando fracasan los esfuerzos educativos, que muchas veces son insuficientes, tenemos ese naipe en la manga que nos disculpa como actores sociales. "Para qué vamos a hacer algo si están condenados por el medio social en donde viven" 

A veces nos cuesta y hasta nos molesta reconocer que quizás uno sólo de ellos logre ser abogado, o médico. Es más, nos asusta la sola posibilidad que eso ocurra.

Estoy cansada ya de ver en muchos lugares ciertos programas educativos para clases marginales. 

Planes maravillosamente diseñados por algunas señoras "copetudas y anilladas" para la inserción de chicos como estos en su barrio, en su comunidad, en la escuela. 

Tal parece que sólo tienen derecho a aprender un oficio, en especial les damos"derecho" a aprender cosas que harán que se queden muy insertos sí, pero lejos, allí en un lugar donde no lleguen a competir con los chicos de clase alta por cargos de confianza en empresas de gran porte, ni en esos lugares donde es tu apellido o tu título profesional el que te asegura la entrada.

No buscamos su inclusión, pretendemos su lejanía de los lugares que frecuentamos. Si se acercan, que sea sólo para servirnos. No buscamos que tengan una vida digna, más bien nos aflige que vayan un día a tener lo mismo que nosotros. 

Que no se acerquen a nuestro coche y tampoco a nuestros hijos. Cada vez que los veamos conversando en una esquina, pensaremos indefectiblemente que nos querrán robar.

Tal es la hipocresía de la sociedad en la que vivimos y aún culpamos a la música que escuchan desde pequeños. 

Cierto es que desde hace algunos años vemos un cambio en los valores, una reivindicación del robo como un valor positivo, de la droga, que se manifiesta en las letras de las canciones de grupos que han surgido en la propia marginalidad, generando una especie de contracultura, que influye y se retroalimenta de los propios valores de la villa, haciendo que éstos en apariencia tomen más fuerza.

No negaré el peso que tiene el medio donde crecen algunos niños a la hora de orientar esfuerzos educativos. Pero a la vez me pregunto si no utilizamos también a la música como un chivo expiatorio que viene a explicar porqué los esfuerzos no dan los resultados esperados, en especial cuando conocemos que mucho que se diga...no hicimos. 

Nos quedamos conformes en la falsa certeza: es que etiquetar, rotular, señalar, juzgar y condenar nos hace sentir superiores y diferentes, parece que nos hace sentir mejores personas la comprobación que "a eso, no pertenecemos", en especial nos da la falsa seguridad de tener claro quién es quién. 

Nada nos hace vivir más tranquilos que poder encasillar a la gente. Luego simplemente alzamos la voz cuando algo de ese lugar que querríamos no existiera, llega cerquita de nuestra vida y nos amenaza. 

Comenzamos a pedir protección por parte de las autoridades, sin darnos cuenta que la raíz de toda la violencia se generó por el simple hecho de negar oportunidad a quienes son diferentes, por mirarlo como a un animal en lugar de verlo como una persona que tiene necesidades como nosotros, con diferencias sí, pero con falencias y virtudes lo mismo que nosotros.

Deberíamos hacer algo de autocrítica quienes tuvimos la suerte de nacer en un lugar diferente o la posibilidad de formarnos en universidades de gran cúpula, por hacer que el conocimiento sea un arma para manipular a los débiles, a quienes no tuvieron igual oportunidad. 

Deberíamos cuidarnos mucho de no hacer culpable a un chico desde que nace porque le tocó nacer en una villa y luego erigirnos en "pseudo-dioses" contribuyendo desde la discriminación a que ese chico nunca salga de esa villa.

¡Vaya! ¡Qué importantes y mejores somos cuando escribimos comentarios sobre niños usando estas tecnologías a las que muchos de ellos no tienen acceso ni siquiera para defenderse!¡Qué superiores! 

Saber leer no te hace superior a nada ni mejor que nadie. La verdadera educación no siempre está en los libros. El verdadero valor como persona no se obtiene como grado académico. No llega con tu titulación, no es valor incorporado. Aprender a comprender: tal vez por allí haya una llave.



DEJEMOS YA DE ALZAR LA VOZ CONDENANDO DESDE LA PROPIA CUNA A NIÑOS QUE SÓLO SE DIVIERTEN. MARIANELLA DIMOFF