Es mucho lo que el personal de Salud puede hacer para ayudar a las familias a prever, prevenir y afrontar algunos de los muchos problemas que el divorcio puede causar.
Es importante que los diferentes integrantes del Equipo de Salud se encuentren sensibilizados ante esta problemática, conociendo cuáles son los aspectos de relevancia a valorar y detectando oportunamente las situaciones de riesgo que pueden dificultar el grado de adaptación a la nueva realidad.
Es tarea también para los docentes; en ocasiones son los primeros en percibir los cambios en el comportamiento del niño al identificar los problemas existentes y son los que muchas veces proponen el seguimiento terapéutico.
El abordaje más apropiado de los problemas detectados se logra cuando existe la vinculación entre la familia, el Equipo de Salud en actuación interdisciplinaria, y la Escuela que es el ámbito socializador que puede favorecer y contribuir en gran medida en la prevención de complicaciones emocionales y en su resolución.
Cuando los padres no están recibiendo un asesoramiento psicológico, es oportuno ofrecerles la posibilidad de reunirse con uno o ambos, para facilitar la cooperación relativa a asuntos que incumben al niño, o ayudarles a formular un enfoque que permita informar a sus hijos del divorcio.
Se debe intentar animar a los padres a que procuren evitar situar al niño en la difícil posición de elegir a qué progenitor creer o de qué parte ponerse cuando los adultos más importantes de su vida tienen puntos de vista tan diferentes.
También los padres deben saber que tras muchas preguntas, lo que finalmente preguntará un niño es: "¿Aún me quieres?" "¿Cómo sé que puedo confiar en ti?" "¿Vas a dejarme solo?"
Se debería sugerir que los padres hablen claramente con sus hijos con respecto a cómo se presentará el futuro, cuáles serán las cosas que podrían cambiar, y que en forma concreta se les diga donde van a vivir, quién les cuidará, donde va a vivir el papá que deja la casa y cómo podrán visitarlo.
Deben conocer cómo pueden cambiar sus rutinas y la forma en que sus padres estarán acompañándolos en dichos cambios.
Tanto antes como después del divorcio, los niños necesitan la seguridad de saber que ellos no son los únicos que experimentan esos sentimientos en relación al divorcio, y que no hay nada malo por sentirse así.
Se les debe animar también a expresar cómo se sienten por lo que ocurre y a formular preguntas.
Tan pronto como se pueda, se les debe hacer ver que el divorcio es una realidad definitiva, y que no se producirá la unión de sus padres de nuevo.
Si bien esto es lo más doloroso para el niño, cuanto antes se aborde será menos dificultosa la adaptación y se consiguirá iniciar un proceso de aceptación en forma temprana, lo cual es positivo.
Con relación a las visitas, el padre que no residirá con el niño debe comprender su importancia para sostener el vínculo con su hijo, y quienes brindan asesoramiento pueden aconsejar acerca de esta cuestión.
Cuando un niño no desea ser visitado, se les debe informar a los padres que no se le puede hacer sentir culpable por ello, y no se le debe insitir en que la visita se realice pronto.
Las negativas persistentes a la visita del padre no residente, pueden sugerir que el niño está inmerso en los conflictos de sus padres, que se le obliga a tomar partido por uno u otro, o que uno de los padres está usando al niño para ocasionar un daño emocional a su ex-esposo o esposa.
Se pueden y deben aprovechar las oportunidades de consulta de la familia cuando el niño se encuentra enfermo o las visitas puntuales de consulta rutinaria, para evaluar la necesidad de un apoyo adicional para el niño y/o su familia.